CUENTOS III

El Intento

 

La soledad entre la gente es vértigo envilecido. No existe paz en la cima de la montaña, Si al pie, nos esperan las angustias. No existe perdón para aquel que daña la señal y Nos desvía del camino. No hay más olvido que las horas que nos dejan. El sol sale y se pone encontrándonos en el mismo lugar. La noche se lleva la luz ante nuestros ojos Y solo nos queda esperar la mañana. ¿Qué fue de esos sueños que encendían nuestros rostros y Exaltaban nuestro espíritu? Sueños, sólo sueños, que se han desgastado en la lucha con la utopía. ¿Quedarán caminos sin recorrer? ¿Puentes sin cruzar? ¿Alguien todavía tendrá deseos de llegar? Pero ¿adonde?: es la pregunta. ¿A la tierra de la paz? ¿Al lago de la esperanza? O solamente le bastará con caminar… Sigámosle, tal vez la vida sea tan solo recorrer. O tal vez, sea solo intentar llegar a ese punto tan ansiado, Que se hace difícil recordar…

                                                                                          Saya Maabar

UN HUECO EN EL CORAZON

 

Hoy la mañana amaneció algo nublada pero con una brisa cálida.

Los árboles con su danza matutina me llevan a sentarme en el jardín. Con mi taza de café me acomodo en la silla mientras te observo.

 

Tus rasgos duros no reflejan, ni siquiera, el vago recuerdo que tengo de tu dulzura. Esa misma que me llevó a tus brazos, casi sin pensarlo luego de un simple beso en la mejilla al conocernos.

Te veo con tu maletín, sobre el capó del auto revisando tu agenda, sin mirarme ni una sola vez.

Vienen a mi mente imágenes dispersas sobre aquellos días donde no podías estar sin abrazarme, tu risa al llegar a casa, nuestros momentos de pasión.

Vuelvo a la realidad cuando escucho tu voz:

-¡Viviana! Vuelvo tarde no me esperes, hay reunión en la oficina

 

Escucho mi propia voz y hasta podría decir que me veo mientras te contesto:

  • No te preocupes, yo también tengo reunión.

  • Cierto, no me acordaba. Bueno ¡nos vemos!

Lo veo irse haciendo un gesto de despedida con su mano, desde lejos sin siquiera acercarse.

El ruido del coche al partir y el silencio nuevamente.

Mi mente rememora sus palabras “no me acordaba” y pienso como iba a acordarse si ni siquiera me escucha ya, solamente contesta con monosílabos y luego otra vez ese silencio frío, duro y cortante, hasta podría decirse indignarte.

Tomo un sorbo de café y me quedo mirando hacia el lugar donde estaba el coche, ahora vacío.

Ese lugar está tan vacío como mi corazón o mejor dicho “su” corazón desde que me arrancó a mí para poner, en ese lugar, a otra mujer.

Si, el cree que no lo se. Pero si, sus graciosos descuidos de siempre, esos mismos que causaban risa, me enseñaron que en mi vida perfecta había entrado alguien y que ya no era mas, la reina de su corazón y su vida.

Nunca voy a olvidar el día que dejó la Factura de las rosas junto con otros papeles para tirar.

Luego yo me quede inmóvil en la habitación con la Factura en la mano. La fecha de la misma coincidía con una reunión de trabajo que justamente terminó muy tarde.

También sabía su nombre: Alicia. Hace tiempo que lo sabía, siempre me preguntaba como seria, que le atraía de ella, que clase de amor le dio que fue mas fuerte para matar lo que sentía por mí.

Noches y noches pasaron en las cuales sin dormir trataba de imaginarla: su rostro, su figura, su voz.

Pero era inútil, no llegaba a poder comprender que había sucedido.

Sabía que la infidelidad con una compañera de trabajo es usual, pero nunca fui a conocerla, ni siquiera busque una excusa.

Mi corazón me decía algo que no podría entender, no podía entender lo que sentía.

Salí de casa, cuando llegué los vi tomados de las manos en la Confitera donde antes, yo lo esperaba. Se habían sentado en la mesa junto a la ventana.

Me acerqué, los mire y entré. Camine hacia la mesa lentamente y cuando me vieron se quedaron inmóviles.

Entonces, yo la mire a ella y luego de unos instantes, lo mire a él y lentamente le deje sobre el mantel mi anillo de bodas. Le dije:

  • Toma, vine a traértelo porque, como siempre, te olvidaste de incluirlo en el ramo de rosas...

  • Me miró y no pronunció palabra...

Yo me di vuelta y me retiré en paz y tranquila.

Tenia una tarea pendiente, ahora mi corazón tenía un hueco y solo debía pensar, en como llenarlo...

 

 

Saya Maabar

 

EL FINAL DEL CAMINO

 

Los momentos en el tiempo son tan difusos que cuesta darse cuenta de que ya han transcurrido.

Así cuando dejaste de mirar en mis ojos y buscar en ellos la respuesta a tus preguntas.

Cuando ya dejaron de llamarte la atención mis silencios y asì comencé a viajar lejos, cada vez mas lejos sin que te dieras cuenta.

Así cuando cambiaste mi presencia por largos periodos de ausencias, pensando lo que era mejor para mí sin pensar, que es lo que yo deseaba.

Cuando dejó de importarte lo que necesitaba y te convenciste de que me lo dabas todo.

Cuando dejaste de aprovechar los momentos libres en el día para hacer el amor y los cambiaste por una película o por contarme algo sobre el trabajo.

Cuando los minutos se convirtieron en horas, pero de silencios y en espera de una palabra de comprensión.

Cuando las palabras TE AMO se convirtieron en el único sostén de mis ilusiones.

Entonces sin darnos cuenta llegamos a una encrucijada del camino y mientras yo esperaba que me dijeras: ¡no sigas!, me enviaste a elegir el camino y me impulsaste a continuar.

Sabes te sigo amando pero, sin darme cuenta, llegué al final del camino y vos, no estabas allí.

 

Saya Maabar

El tren de los recuerdos.

 

Hoy deseo estar conmigo…

Quiero acurrucarme en un asiento del tren de los recuerdos.

Quiero hacerme chiquitita y volver al regazo de mi abuela.

Quiero pasar disimulada y que la gente no me vea.

Quiero detener las manecillas del reloj de la madurez y caminar por las calles,

Tomada de la mano de mi abuela.

Quiero arremolinar las nubes y provocar una tormenta,

 para tener la excusa de abrazar a mi hermanito.

Quiero mirar por la ventana de se tren y perderme en los matices del azul de los cielos

Y los verdes del campo.

Quiero que la gente no me hable y  escuchar solamente,

 el relato de los cuentos de la infancia.

Quiero que el tren no se detenga y así observar el esplendor de la luna redonda,

Que de chica me mantenía absorta por su brillo y nitidez.

Sin pensar, sin culparme, sin recordar otras cosas…

Quiero que el tren siga un camino infinito…

Y  que el tiempo se estire como si las agujas del reloj fueran de goma.

Quiero volver a apoyar mi cabeza en la almohada y pensar:

 lo que desearía ser cuando crezca.

Que no haya impedimento alguno para que  yo cure mis heridas

 con las vendas del pasado.

Que las caricias sean eternas y se terminen las palabras, supuestamente coherentes,

De los adultos que oscurecen la claridad de los conocimientos de los niños.

Que no deba fingir una sonrisa, que el engaño no se acerque y que

La mentira de las palabras falsas, se me olviden.

El tiempo se detuvo bastante, pero el tren igual llegó a destino.

Sacudo mi decepción y me veo tal cual soy.

Ya no soy esa niña pero mientras vuelvo a caminar por los senderos de la vida, vuelvo a ver: esa luna redonda y me doy cuenta que,

Si bien, se fue el tren de los recuerdos:

¡Nunca! Llegará, el tren del olvido…

 

                                                            Saya  Maabar

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