¡VIVA LA PATRIA!

 

A LA POLICIA FEDERAL ARGENTINA; FELIZ 25 DE MAYO!

Dedicado al Oficial PFA  Roberto Rodolfo Reigosa

 

AMADO INMORTAL

 

Caballero de armadura brillante, montado en tu caballo blanco, blandiendo tu espada remontando las nubes, con la rectitud de tu vida y mis colores como estandarte.

No hay obstáculo que impida tu camino...

Cabalgas con firmeza como caminabas por la vida.

Dentro de tu fortaleza anida ese dulce corazón que te daba ternura y tesón.

Te veo espléndido cortando vientos, ascendiendo sin prisa y sin tregua!

Ve! mi amado inmortal...

Ve! no te detengas...

Como no lo hiciste nunca, avanza hacia Dios. El te está esperando.

No des vuelta tu rostro hacia mí, no es necesario, yo te estoy mirando con los ojos del alma.

¡No sufras porque te alejas! Yo se que esta sensación no es para siempre.

Aunque mi corazón sangre y mis ojos te lloren, tu sabes que, serás por siempre, mi amado inmortal.

Y que un día cabalgaremos juntos de nuevo y por toda la eternidad, en nuestros caballos blancos con nuestras espadas y nuestro amor como escudo.

¡Hasta pronto! Mi noble caballero, mi amado inmortal...

 

                                       Saya Maabar

Dedicado a los suegro que no conocí pero que me dieron tanto.

Don Bernardo Reigosa y Doña Amanda Zanelli de Reigosa: Gracias!

Don Bernardo Sub Oficial de la Policía Federal Argentina y Luttier.

Doña Amanda esposa devota, murió antes que su esposo, pero él la siguió poco antes de los 6 meses de haberse ido. Ahora están con su hijo Roberto VINO AÑEJO

 

Era una mañana límpida de otoño, el sol comenzaba a hacer brillar con su luz los vidrios de las ventanas de la cocina. Miranda se debatía entre libros y apuntes de cocina ¡donde estará esa receta? Se preguntaba mientras nerviosamente daba vuelta una por una las hojas de los cuadernos de recetas de su suegra. Mientras lo haca se quedó inmersa en el color de ese liquido ámbar y algo espeso que se encontraba dentro de una botella de cuello alto que coronaba en un corcho. En esa botella una etiqueta llamaba la atención “2001” y nada mas. Esa inscripción estaba impresa en letra común y a lápiz.

Miranda se fue perdiendo en ese color y en ese liquido. Su mente comenzó a recibir imágenes que la invadían. No era solo eso, se trataba de momentos de vida cargadas de sensaciones y sentimientos.

Don Bernardo, ese hombre serio de mirada adusta y sonrisa de niño estaba tapando la botella y comenzaba a escribir en la etiqueta...

Amanda, su esposa, lo miraba desde cierta distancia. El ponla la etiqueta y levantaba la botella para verla al trasluz, luego decía: ¡una màs!. Amanda con una sonrisa asentía mientras sobre su falda caía la tela de un traje que estaba su filando.

Bernardo era un hombre apacible pero, no por eso, menos decidido y valiente.

La vida lo había golpeado muy fuertemente pero seguía ahí: de pie como el vino en su botella de cuello alto. Amanda era como el diseño de la botella: sencilla, elegante en su sencillez y la contención de Don Bernardo. El ademàs de toda su vida de trabajo había destacado y conservado a través de los años el amor por el arte: era luttier vocación artística que heredó su hijo Roberto con pasión.

Miranda nunca había podido comprender ese amor por el arte que tenían algunas personas. Es mas, admiraba a quienes tenían esos dotes pero asimismo se alejaba de ellos. Bueno, en realidad, no era solo de eso que se había distanciado, también lo había hecho del amor.

Pero el tiempo haba cambiado las cosas, ya no tan joven había encontrado el amor y ese hombre le había enseñado a vivir con él y en él.

Admiraba a su marido por sus obras pero aún no podía encontrar el porque de esa pasión; asì como no podía encontrar ese día, la receta familiar del vino añejo.

Mientras detenía su mirada en la botella de vidrio que brillaba mas al entrar los rayos de sol de pleno por el ventiluz, Miranda volvió a sumergirse en los momentos del pasado: Don Bernardo lustraba con una delicadeza especial una guitarra que había terminado. Sus manos fuertes adquirían una suavidad en sus movimientos que llamaban la atención.

Lejos se olía el vinagre de las berenjenas que estaba preparando Doña Amanda en la cocina para conservar para el invierno. Por un momento la imagen de su marido entró en la escena: compartìa unos mates con su padre, con el mismo dejo de tristeza en sus miradas y esa juventud eterna en su piel. Miranda siempre le decía a su esposo: ¡piel de canela! Y era asì.

El mate sin azúcar hacía recordar las amarguras sufridas. La mano tendida con el mate cebado indicaba la fortaleza de estos personajes para soportar y aprender de lo sufrido.

Amanda se esmeraba en la cocina, esta vez, crema pastelera: suave y dulce como ella.

Miranda se extrañaba de la estrecha relación de esas personas y sus conductas con los sabores y sensaciones.

Los papeles revueltos sobre la mesa seguían sin revelar la receta del vino añejo. Al darse vuelta vio la foto de Don Bernardo con una expresión adusta pero con cierta picardìa en sus labios, a pesar de su seriedad. Su esposa lucía un collar de perlas que con gran sacrificio Don Bernardo le había regalado hace tiempo.

Miró nuevamente la botella de vino y de pronto comenzó a escribir: azúcar llevaba seguro por el amor que se tenían; alcohol, por conservar tantos años esa familia con alegría a pesar de lo sufrido; naranja: ¡seguro! Don Bernardo era la combinación justa de dulzura y de amargor; canela, la piel de su marido, la inspiración de sus padres. Y de pronto estaban los ingredientes. Pero ahora surgía otro dilema ¿cual era el procedimiento correcto?

Vino añejo: pensó y en voz baja lo repitió. De pronto se dio cuenta, aún si encontrara la receta completa, nunca sería igual al vino que hacia su suegro. Lo mismo pasaría con la crema pastelera de su suegra.

Mirando no los llegó a conocer, ellos partieron casi juntos y solo, para tomarse de la mano luego de la muerte como lo habían hecho en vida.

Roberto y ella, tendrían que crear otra receta, parecida tal vez, pero nunca igual.

Al irse habían dejado otra lesión de vida a su hijo: debía continuar su vida con sus enseñanzas pero a su manera.

Al final del día Miranda aprendió algo mas. Faltaba un ingrediente: la pasión...la meta. Esos sentimientos que hacian que su marido de piel de canela, se encerrase horas en el taller para terminar una pieza artesanal. Ese mismo sentimiento que le había enseñado a ella a conocer el amor y a vivirlo. Esa pasión que venía de sus padres.

El vino quedó sobre la mesa; los libros fueron prolijamente guardados en la biblioteca.

Ese vino llevaba en sí, la fuerza y principios morales de Don Bernardo; la dulzura y el aroma del amor a su familia, de Doña Amanda y en un acto mas de generosidad ellos le habían dejado en Roberto, su hijo, los dos ingredientes principales: canela, de su piel y pasión: de artista y de vida.

Miranda acomodó las cosas y siguió su rutina diaria, el vino permaneció en la mesa. Solo debía esperar, cuando su marido llegara, la receta estaría completa y la forma de prepararlo era el regalo de casamiento que le hicieron sus suegros: una vida para descubrirlo.

El secreto: tomados de la mano, juntos y unidos caminando los senderos de la vida y evadiendo los obstáculos amargos como hicieron ellos.

Mirando volvió a observar el vino añejo y con agradecimiento sonrió.

Don Bernardo y Amanda habían dejado su espíritu en ese elixir y también la receta mas importante: la forma de vivir.

Se sintió un ruido en la puerta. La receta se había completado, Roberto regresaba a su hogar...

                                                                                                          Saya Maabar

( 4/03/2003)

EL ARTESANO

 

Con la cabeza sobre el metal y en su mano un guril pasa las horas.

Sus ojos fijos en su obra, su mente dibuja pensamientos que se gravan en el aire frió que lo envuelve.

El aroma del mate se mezcla con el del quebracho que se está encendiendo.

El chisporroteo de la añosa madera encuentra compania en las palabras del locutor de la Radio; palabras y música que se diluyen en ese ambiente silencioso.

Ese hombre solitario sigue su trabajo. Concentrado en sus arabescos grabados ¿donde estarán sus pensamientos?

Su rostro impenetrable parece fundirse en el metal con cada golpecito rítmico del cincel de corte.

El quebracho emite un perfume de bosques lejanos y la luz del fuego recorta la figura del hombre contra la pared.

Desdeñando el tiempo, esa figura continua su labor. Titila con el fuego de las brazas.

Ese hombre parece mucho mayor de lo que realmente es. Tal vez sus recuerdos lo convierten por un momento, solo por ese intenso instante, en la figura de su padre.

Levanta la cabeza y observa la pieza de metal, observa los carbones encendidos, la fragua está lista. Se dirige hacia ella con sumo cuidado toma los elementos que va a utilizar.

Otra vez, la luz del fuego transforma la figura del hombre, parece su padre lustrando la madera de su última guitarra. La que luego coloca junto a tantos otros instrumentos musicales hechos por sus manos.

Ese hombre es fruto del amor de otro artesano y lleva en su sangre el deseo, la permanente búsqueda de la belleza.

La soledad de ese hombre lo lleva al pasado, se aferra a sus recuerdos y continúa. El esmero por su arte primero, la vida después....

Se funde en ese fuego hasta desaparecer.

En alguna parte de la ciudad se exhibe su grabado, su arte, preguntan por el artesano, pero él no está.

Su figura tampoco se puede ver en el taller.

¿Donde se ha ido el artesano? En alguno de sus trazos, en alguna de sus obras, podrían encontrarlo.

Pasado, presente y futuro se han fundido.

El artesano no está pero su arte vivirá eternamente.

Con el tiempo el viento acumulará el polvo y en un viejo escaparate o al abrirse las puertas de un gran Museo, al observar una obra de arte, él volverá.

Los golpecitos siguen, la fragua continúa encendida, en el taller la música lejana y el aroma del mate todo lo envuelve...

El tiempo se ha detenido para poder ver ese hermoso grabado, y, luego de su pequeño descanso, sigue su paso imperceptible y continuo.

La figura del artesano vuelve a verse dibujada en la pared.

Saya Maabar

Este poema fue encontrado en el bolsillo del traje que elegí para entregar a la Funeraria el día que el autor, mi esposo, partió precipitadamente de este mundo, sin poder ver a su hijita Florencia Reigosa S..., a pesar de dos Sentencias a su favor: una Penal y otra Civil para poder ver a su hija, ya que su madre ante esto se fugó y no se permitió la búsqueda de paradero por el Juzgado, por ser violatorio de los Derechos Humanos. El murió sin verla pero le dejó este poema.

 

Late, late junto al mio

tu pequeño corazón.

Tu sonrisa abierta y franca

tus ojitos de ilusión.

 

Sos pequeña y sos tan grande

te agiganto en mi visión

al tenerte lejos mío

te veo con el corazón.

Pero Dios que es Justo y Bueno

y que sabe del Amor

volverá a unir Padre e Hija

con los brazos del Amor.

 

Firmado: A Flopi

R

Roberto Rodolfo Reigosa (F)

 

 

LLORA AMADA HIJA...¡LLORA!

 

Llora como lloro yo, en silencio y con el alma, esperando el día que no tengas que llorar.

Llora amada hija, pero tu padre te espera, tiene los brazos fuertes para ampararte.

Llora, pero mañana no llorarás, cuando estemos juntos, cuando podamos volver a vernos.

Llora, amada hija, como el día que naciste, como un canto a la vida.

Llora, como yo lo hice mientras te sostenla en mis brazos por primera vez.

Llora, amada hija, llora pero mañana no llorarás, porque volveremos a mirar las plantas juntos tomados de las manos.

Llora, pero piensa que aunque no estés conmigo, siempre secaré tus lagrimas con los pañuelos que llevo siempre en mi bolillo para vos desde chiquita.

Llora, amada hija, llora pero sonríe por dentro como lo hago yo, no hay distancia eterna para un hijo con su padre.

Llora, pero piensa que saliste del vientre de tu madre pero fuiste engendrada por el amor de los dos.

Llora, amada hija, pero no culpes a tu madre, ella no sabe lo que hace, al separarnos.

Llora, pero piensa que hay otras personas que, como yo, también luchan por reunirnos.

Llora, amada hija, porque mañana no llorarás, ni yo lloraré porque nos veremos de nuevo, podre abrazarte y no nos separaremos mas.

Llora, porque mañana nuestras lagrimas secarán y saldrá el sol para nosotros.

Llora, amada hija, porque ahora aprenderás de nuevo a reír de la mano de tu padre, sin ausencias ni temores.

Llora, amada hija, llora, porque mañana, ¡no llorarás!

En el día de la Madre hagamos un lugar en nuestro corazónn para los padres que no pueden ver a sus hijos por tener algunas madres mala memoria y haber olvidado, que esa niña o niño,  fue el fruto de su amor, independientemente de lo que haya sucedido despúés.

Los hombres también lloran...

 

 

                                                              "Padres por sus hijos"

                                                         Asoc. Civ. sin fines de lucro

            Dedicado a Florencia Reigosa Strace

 

 

HOY VI A MI HIJA… 

Hoy vi a mi hija,

La alcé en mis brazos

Pese que ya es grande.

Tiene siete años pero le encanta

Que la tenga entre mis brazos como

Cuando era más pequeña.

Hoy vi a mi hija.

Caminamos de la mano por las calles,

Miramos vidrieras de ropa y de juguetes.

Paramos en una veterinaria a mirar

Los animalitos que a ambos tanto nos gustan.

Hoy vía a mi hija…

Almorzamos juntos y planeamos ir al cine

En la próxima salida.

Elegimos la película y planeamos invitar de sorpresa

A su hermano que tanto la quiere.

Hoy vi. a mi hija…

La llevé a casa y en sus ojos brillaba la complicidad

Del secreto que compartíamos.

Jugó con Juami, su hermano “gigante” como ella le dice,

Miró televisión, tomó la merienda y

Nos reímos todos juntos.

Hoy vi a mi hija,

Pero en realidad, no la vi…

Solo, volví a la realidad luego de perderme

En la cabellera de una niña parecida

Que iba con su madre de paseo  y crucé por la calle. 

Hoy, simplemente

Hace más de un año y medio

Que no puedo ver a mi hija

                                Roberto R Reigosa

 

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